viernes, 25 de febrero de 2011

LEYENDAS URBANAS

Si hay algo resistente a la globalización, a los cambios tecnológicos o al Diluvio Universal eso es lo que ahora se llama la Leyenda Urbana. Tiene una adaptación al medio que ya querrían muchas especies animales pasadas y desgraciadamente algunas de presentes en un peligro más que evidente de extinción. Lo que antes era un rumor, daba igual que si certero, pasó a ser “radio macuto” y evolucionó hasta convertirse en la actual “leyenda urbana”. Nadie sabe la razón de lo de “urbana”, ya que su ámbito de actuación no se circunscribe únicamente a las ciudades, grandes o pequeñas, sino que se generaliza también a las zonas rurales. Se da la paradoja que los pocos historiadores “serios” que se han ocupado del tema del origen de las leyendas urbanas, lo sitúan en las zonas rurales, básicamente porque la sociedad anterior a la Revolución Industrial era una sociedad donde el campo era quién demandaba mano de obra y por tanto, concentraba gran parte de la población y de alguna forma tenían que entretenerse. En los tiempos actuales, gracias a Internet y a las nuevas tecnologías las leyendas urbanas corren que se las pelan por campos, ciudades y redes telemáticas del uno y el otro confín, adquiriendo gracias al novedoso medio de transmisión, un plus de credibilidad.

Es posible que muchas de las cosas que creemos a pies juntillas no sean más que leyendas urbanas, pero que ni lo sepamos ni lo queramos saber. No obstante, si nos paramos a pensar en las leyendas urbanas que conocemos y que estamos seguros que lo son, veremos que tienen una estructura más o menos fija.

Así, observaremos que es necesario, básico y fundamental, que el protagonista de la leyenda urbana sea alguien anónimo, lo más difuso posible, del que no sepamos el nombre y sobretodo que el receptor o quien escucha la leyenda urbana sea no sea capaz de identificar y localizar, aunque lo busque debajo de las piedras con la intención de contrastar la historia.

Igual de necesario, básico y fundamental es que la leyenda urbana se desarrolle en una localización o entorno conocido y concreto (para entendernos, con características de concreción totalmente opuestas a quien protagoniza nuestra historia). Aquí si podéis dar con la localización del GPS, mejor.

La tercera característica es que la leyenda urbana ocurra en un pasado reciente. Aaunque hubiese ocurrido en tiempos de los fenicios, gracias a la asombrosa capacidad para adaptarse y hacerla más cercana en el tiempo del receptor, nos acabará siendo temporalmente próxima.

Finalmente, la fuente de la leyenda o dicho de otra forma, el individuo a quién hemos de agradecer que dicha historia no se pierda en la desmemoria histórica, y que ha tenido “el mérito” de ser el cronista o notario de tal leyenda, debe ser SIEMPRE cercana quién nos cuenta la historia. Normalmente la fuente es "un amigo de un colega" y todas sus variaciones (“la hermana de un amigo”,” un amigo de mi padre”,” un primo de uno de mi trabajo”, etc...). Si nuestro contador de leyendas, mete la familia por medio es la historia es más seria y creíble (“mi hermana”, “mi padre”, etc… a quienes no llegaremos a conocer jamás, claro). Hay narradores más osados que se ponen a ellos mismos como fuente (“te lo digo yo que fue así”), pero las historias que cuentan estos valientes individuos pasan fácilmente de ser leyendas urbanas a lo que popularmente se denominan “trolas”, ya que es relativamente fácil comprobar, tarde o temprano, la veracidad o no del relato. Ya lo dice el refranero: “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo”. Con el añadido de que si le pillan contando una “trola” su credibilidad se resentirá toda la vida, incluso cuando cuente “leyendas urbanas” de manual, de esas que cuentan todo el mundo.

Entre las leyendas urbanas más famosas, están la que explica que hacen los chinos con sus ancianos, la tan recurrida los días de Halloween de la autoestopista anónima que en realidad es un fantasma, la que se escuchaba en mi niñez de que las calcomanias de los niños que llevaban LSD, la archifamosa de que el Inserso que organiza accidentes de autocares para ahorrar en pensiones, la que nos explica los perversos (o no) efectos alucinógenos de una aspirina en una Coca Cola, o la alarmista que cuenta de gente que le han quitado un riñón (o cualquier otro órgano) tras un noche de copas, normalmente en el extranjero ( la versión moderna del hombre del saco). Aunque día a día se crean de nuevas, (¿quién dijo que la creatividad del ser humano había muerto?), como la de “por ser inmigrante te dan más puntos para no sé (cosa que obviamente es mentira pues nuestro ordenamiento jurídico no permite la discriminación por origen), como “yo sé una historia que me contaron de tal jugador del Barça o de tal político o de tal famosete” o “según un estudio (que nadie conoce y cuyo autor tampoco) la economía española, bla, bla, bla…”

En el fondo, creo que las leyendas urbanas y todas sus formas anteriores de evolución no son más que la plasmación de los miedos y deseos colectivos o quizá de encontrar una forma fácil de vencerlos o conseguirlos.

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