Todos los medios de comunicación, privados y públicos, lo comentan: Colas y empujones para comprar el Ipad, un mini portátil de la empresa Apple llamado a revolucionar el mundo de la informática como ya lo hiciera su iPhone con el de la telefonía móvil. También comentan las ventajas del producto, así como sus usos y aplicaciones prácticas.
Pero en este mundo dual, hay otra realidad que no se comenta: Apple no fabrica ni el iPad ni el iPhone, sólo lo diseña. Se realizan y ensamblan en China, en Shenzhen, una ciudad a 40 kilómetros de Hong Kong, conocida como la Silicon Valley china por su concentración de empresas manufactureras tecnológicas.
En esa ciudad trabajan 420.000 trabajadores para una empresa llamada Foxconn, un inmenso grupo industrial con sede central en Taiwán (su presidente Terry Gou es el tercer hombre más rico de Taiwán con una fortuna valorada en 6.000 millones de dólares) que ensambla todo tipo de productos electrónicos, desde videoconsolas a móviles o portátiles para marcas como Nokia, HP, Dell o la citada Apple.
Se da el caso que los trabajadores de Foxcomm han protagonizado una ola de suicidios que han estremecido a la ciudad de Shenzhen, donde tiene dos de sus principales plantas de producción. Los sindicatos atribuyen estas muertes, todas ellas de trabajadores de entre 18 y 24 años, a la presión insoportable y las condiciones laborales que sufren los empleados para cumplir con los objetivos de producción que les marcan las multinacionales, mientras que la empresa siempre ha aducido causas personales. Lo cierto es que se dan condiciones militares en las cadenas de montaje y salarios base de en torno a 100 euros mensuales, que obligan a los trabajadores a hacer horas extras interminables (hasta 6 días a la semana con jornadas de 16 horas) para poder subsistir.
El caso ha tenido una inusitada repercusión en la prensa china local hasta el punto que las autoridades de Shenzhen han señalado estar "molestos" por las "tragedias" y han prometido abrir una investigación, de la cual se espera bastante poco. Shenzhen es uno de los más claros exponentes del milagro económico chino basado en mano de obra barata.
El avance tecnológico NO puede basarse en la explotación, ya que el avance tecnológico debe perseguir un aumento del bienestar de la sociedad, no sólo de la gente que goza de la tecnologia, sino también de quien la produce. Ver la tecnologia como un mero instrumento para conseguir más beneficio económico, es repetir el modelo y en el fondo, aunque en algún caso a corto plazo no lo parezca, es contrario al propio desarrollo técnico como proceso histórico.
El desarrollo técnico es y debe ser un desarrollo social, o no será.
No hay comentarios:
Publicar un comentario